El crecimiento disparado del principal polo turístico de México requiere hoy una visión de gobierno a la altura de los retos, problemáticas y carencias propias de la ciudad de más de un millón de habitantes en que se ha convertido, o el colapso urbano, social y ambiental será inevitable

SALVADOR CANTO / EQUIPO DE INVESTIGACIÓN DE EL DESPERTADOR DE QUINTANA ROO

A 55 años de su fundación, Cancún se presenta ante el mundo como una joya turística. Sin embargo, detrás de las cifras récord en visitantes y los aplausos institucionales, hay una ciudad que vive una profunda crisis de identidad, de servicios, de seguridad y de futuro. 

Cancún ha crecido como un niño que cambia de talla cada seis meses, pero a quien siguen queriendo vestir con la ropa de hace 15 años. Las consecuencias están a la vista: servicios públicos colapsados, zonas marginadas abandonadas, inseguridad, hacinamiento, promiscuidad y desesperanza.

Ya no es el “centro vacacional planificado” que fue en los años 70: hoy es una urbe con más de un millón de habitantes que ha sido rebasada por su propio crecimiento y, a pesar de ello, sigue siendo gobernada como si se tratara de un poblado de hace tres décadas y no de la ciudad compleja que es hoy.

Este crecimiento acelerado, alimentado por la migración y el desarrollo económico, ha convertido a Cancún en una de las urbes más dinámicas del país, pero también en una de las más desafiantes de gobernar.

Las celebraciones oficiales del aniversario insisten en lo mismo de siempre: crecimiento turístico, reconocimiento internacional, playas premiadas. Pero el Cancún que caminan todos los días sus habitantes no tiene nada que celebrar. 

Aquí, la mayoría de las personas que atienden hoteles de lujo, que arreglan camas de sábanas de seda y sirven tragos caros a turistas extranjeros, vuelven a casas de lámina, sin agua potable, sin luz, sin espacio, donde dormir en hamaca es más una necesidad que una tradición. 

El gran problema no es solo la falta de servicios. Es que los gobiernos de Cancún no han entendido la magnitud de la ciudad que administran. Siguen improvisando con “paseos dominicales” a los que no acude la mayoría de la sociedad civil como aseguran las autoridades, y por los que cierran avenidas completas, en lugar de utilizar el “Parque de la Equidad”, que hoy es símbolo del abandono: mal planificado, deteriorado, sin vigilancia y con un nulo aprovechamiento.

De hecho, fuentes cercanas a El Despertador de Quintana Roo revelaron que varios espacios de este proyecto del parque lineal —de más de 16 kilómetros, que representan 89 hectáreas de espacio público y 2 mil 064 hectáreas de área de influencia en la Zona Metropolitana de Cancún— están destinados a ser concesionados para construir ahí, en un futuro próximo, tiendas de conveniencia.

Además, los gobiernos insisten en las mismas fórmulas caducas: patrullas nuevas, repavimentaciones parciales, inauguraciones a medias, discursos con cifras maquilladas y promesas recicladas. Lo que no hacen es gobernar para el Cancún real, el que crece todos los días, el que se expande a la periferia sin control, el que vive con miedo, con hartazgo y con abandono.

En este aniversario 55 de Cancún, el equipo de investigación de El Despertador de Quintana Roo plantea que estos festejos no deben considerarse un ejercicio de nostalgia, y mucho menos la ocasión para discursos triunfalistas, sino una advertencia seria: el Caribe Mexicano está en un punto de quiebre. O se comienza a gobernar con una visión a la altura de sus retos, o el colapso urbano, social y ambiental será inevitable. Y nadie podrá decir que no lo vio venir.

Por ello, es necesario revisar las reglas del juego político. Desde hace años se ha planteado que quienes resulten electos para gobernar Cancún —presidentes municipales y miembros del cabildo— deberían estar legalmente obligados a cumplir su mandato completo, no abandonarlo por ambiciones de nuevos cargos, por compromiso con la ciudad y sus habitantes, es decir, lo ofrecido en sus plataformas de campaña. Gobernar Cancún implica asumir un compromiso con el mismo millón de problemas y carencias urgentes.

Cancún ya supera el millón de habitantes 

En pleno 55 aniversario de Cancún, la población ha superado el millón de habitantes en este 2025, según estimaciones recientes que consideran tanto la ciudad como sus zonas conurbadas. De acuerdo con la plataforma World Population Review, basada en la última revisión de las Perspectivas Mundiales de Urbanización de las Naciones Unidas, la cifra actual es de aproximadamente un millón 65 mil 400 habitantes.

Este crecimiento acelerado está vinculado al desarrollo turístico y económico del destino, que ha atraído a miles de personas de otras partes del país y del extranjero en busca de mejores oportunidades de vida y empleo.

En contraste, los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), correspondientes a su más reciente censo poblacional del 2020, proporcionada a El Despertador de Quintana Roo por Luis Noverola Muñoz, enlace de operación del departamento de promoción y concertación de la coordinación estatal de dicha dependencia, Cancún tiene 911 mil 503 habitantes, de los cuales 452 mil 178 son mujeres y 459 mil 325 son hombres.

Es de destacar que una ciudad como Cancún, que ya supera el millón de habitantes, enfrenta serios desafíos en la provisión de servicios públicos, transporte eficiente, acceso a vivienda digna y crecimiento urbano ordenado.

Pero, además, se intensifican los problemas de desigualdad social, contaminación, manejo de residuos, presión sobre el medio ambiente y seguridad pública. 

De hecho, en una entrevista concedida a nuestro Equipo de Investigación en el aniversario 52 de Cancún, la doctora en Desarrollo Económico Regional y Sectorial, Christine McCoy Cador, advirtió sobre un envejecimiento prematuro de la ciudad, provocado por el incumplimiento de los planes de desarrollo y crecimiento. Tres años después, la problemática que señalaba no solo persiste: es cada vez más evidente.

Abandono de cargos públicos, porque siguen viendo a Cancún como “pueblo”

La dinámica política en Cancún ha generado un debate sobre la responsabilidad de los gobernantes electos, particularmente en cuanto al cumplimiento de su mandato completo. La práctica de abandonar cargos para buscar nuevas posiciones políticas ha dejado promesas de campaña sin cumplir, afectando la confianza ciudadana y el desarrollo de la ciudad, que enfrenta múltiples problemas y carencias urgentes derivado de los más de millón de habitantes que ya tiene.

Si bien el artículo 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece que los presidentes municipales, regidores y síndicos pueden ser reelectos para un periodo adicional, siempre que el mandato de los ayuntamientos no exceda los tres años, dicha disposición busca garantizar la continuidad en la gestión municipal, pero no obliga a los funcionarios a completar su periodo. Esto ha permitido que algunos abandonen sus responsabilidades antes de tiempo.

El abandono anticipado de cargos por parte de presidentes municipales y miembros del cabildo para perseguir otras posiciones políticas ha generado el incumplimiento de promesas de campaña, dejando inconclusos los proyectos y compromisos adquiridos con la ciudadanía.

En respuesta a esta situación, la presidenta Claudia Sheinbaum ha propuesto una reforma constitucional para prohibir la reelección inmediata de senadores, diputados locales y federales, así como de alcaldes y concejales. Esta iniciativa busca retomar los principios originales de la Constitución de 1917 y evitar la perpetuación en el poder. De ser aprobada, la reforma comenzaría a aplicarse a partir de las elecciones de 2030.

La ciudad invisible: el Cancún que nadie quiere ver

Fernando Martí Brito, quien ostenta el cargo de “cronista vitalicio” de Cancún —una figura que, según el profesor e historiador peninsular Gilberto Avilez Tax, es anticonstitucional porque vivimos en una democracia y, por ende, no debe haber ningún cargo vitalicio en sociedades modernas y liberales como México—, junto a algunos líderes de opinión y muchos funcionarios, habla de un Cancún que ya no existe.

Persisten en la narrativa de la “ciudad joven, turística, alegre”, sin poner un pie en Rancho Viejo, en Villas Otoch, en Playa del Niño o en las decenas de asentamientos irregulares que crecen cada mes, donde no hay agua, ni drenaje, ni servicios públicos, y sí miles de problemas más.

Para ellos, Cancún es únicamente la zona hotelera, el centro y algunas avenidas principales, lugares a los que solo acuden para las fotografías. Pero fuera de esa burbuja, hay miles de personas que viven al margen de los servicios, del transporte, de la salud pública y del espacio público. Es decir, en exclusión social.

De hecho, en muchas de las regiones populares existen decenas de personas que podrían considerarse verdaderos “fundadores de Cancún”, trabajadores que desde jóvenes —a veces incluso siendo menores de edad— participaron en la construcción de los primeros hoteles y en la prestación de servicios desde la llegada de los primeros turistas. Sin embargo, agrupaciones como Fundadores o Pioneros de Cancún no los reconocen porque no forman parte de sus círculos de amistad ni, mucho menos, de sus intereses políticos.

Migrantes, regionales y extranjeros: el corazón oculto de Cancún

A 55 años de su fundación, Cancún ha dejado de ser un experimento turístico para convertirse en una ciudad tan diversa como desigual. Con más de un millón de habitantes, este polo vacacional del Caribe mexicano también ha sido un punto de llegada para miles de personas que no vienen a vacacionar, sino a quedarse.

El municipio de Benito Juárez es hoy hogar de los llamados nuevos cancunenses, un mosaico de migrantes internos, regionales y extranjeros que encontraron aquí una oportunidad que no hallaron en sus lugares de origen. Algunos huyeron de crisis económicas o conflictos; otros no lograron llegar a Estados Unidos y Cancún fue su plan B.

Muchos más llegaron desde el sur de México —Chiapas, Tabasco, Veracruz, Guerrero— e incluso desde la Ciudad de México, en busca de trabajo en el sector turístico o la construcción.

Además, cada inicio de semana, decenas de yucatecos cruzan en camionetas desde Mérida u otras demarcaciones para trabajar de lunes a sábado en obras, hoteles o labores de mantenimiento en Cancún. Esta rutina, que no aparece en los folletos turísticos, mueve buena parte del andamiaje de la ciudad.

A esta migración interna se suma la extranjera, cada vez más visible. Según datos del INEGI y de la Unidad de Política Migratoria, en el municipio de Benito Juárez viven más de 30 mil personas extranjeras con residencia temporal o permanente. La mayoría son de origen centroamericano y sudamericano: haitianos, guatemaltecos, hondureños, argentinos y cubanos, estos últimos concentrados en una zona conocida popularmente como la Pequeña Habana. Muchos ya tienen hijos mexicanos, emprendimientos propios y se asumen como parte integral del tejido social.

Incluso el propio Instituto Nacional de Migración (INM) ha contribuido a esta integración. En los últimos años ha facilitado la emisión de tarjetas de visitante por razones humanitarias, así como residencias temporales por motivos laborales. Es común ver módulos de atención en oficinas de empleo o brigadas informativas en colonias donde se concentra la población migrante. En los hechos, la autoridad migratoria ha comprendido que Cancún no solo es un punto de paso, sino un punto de destino.

Sin embargo, este crecimiento no ha sido planeado ni mucho menos equitativo. Los “otros cancunenses” viven en regiones populares, fraccionamientos periféricos, asentamientos irregulares e incluso zonas residenciales. Todos comparten carencias: transporte público deficiente, infraestructura colapsada, servicios básicos intermitentes. El transporte de segunda —combis viejas, rutas improvisadas— es prueba viva de ese crecimiento desbordado y sin planificación. 

Transporte público desconectado y deficiente

La falta de planificación y la ausencia de una reforma integral mantienen a la ciudad con un sistema de movilidad obsoleto, afectando la calidad de vida del más de millón de habitantes que tiene Cancún que cumple 55 años de su fundación.

Un reciente diagnóstico sobre el sistema de transporte público en la Zona Metropolitana de Cancún, destaca problemas como la ausencia de instrumentos de planeación, falta de supervisión normativa, mal estado de las unidades y congestión vial . Estas condiciones han llevado a una movilidad caótica que afecta la productividad y contribuye al deterioro ambiental.

A pesar de las promesas de modernización, las acciones han sido limitadas. El Instituto de Movilidad de Quintana Roo (Imoveqroo) ha reconocido la necesidad de un Programa Integral de Movilidad, pero hasta la fecha, los avances han sido escasos. Mientras tanto, los usuarios continúan enfrentando un servicio ineficiente y costoso.

La situación requiere una intervención urgente y coordinada entre las autoridades municipales y estatales para implementar una reforma integral que transforme el sistema de transporte público en Cancún, garantizando un servicio digno y eficiente para todos sus habitantes.

Calles, drenaje, basura y alumbrado, rebasados por su propio crecimiento

El 55 aniversario de Cancún no solo llega con festejos oficiales, sino también con un escenario urbano que evidencia profundas carencias estructurales. A pesar de que el municipio de Benito Juárez ha experimentado uno de los crecimientos poblacionales más acelerados del país, la infraestructura urbana básica sigue estancada en condiciones muchas veces precarias, incapaz de responder a las necesidades reales de sus habitantes.

Las calles de la periferia, por ejemplo, son una muestra clara del abandono institucional. Los baches se convierten en parte del paisaje durante meses o años, sin una estrategia clara de mantenimiento. Las vialidades principales colapsan a diario en horas pico, generando caos vehicular y afectando la movilidad de trabajadores, estudiantes y servicios de emergencia. Este deterioro constante no solo entorpece la vida cotidiana, sino que también revela la falta de inversión sostenida en infraestructura urbana.

En temporada de lluvias, el sistema de drenaje pluvial colapsa. Zonas completas de Cancún, particularmente en regiones populares como la 95, la 101 o la 230, se inundan con frecuencia, convirtiendo calles en ríos y hogares en islas. La red de desagüe, mal mantenida y evidentemente insuficiente, no ha sido modernizada al ritmo que exige el crecimiento urbano. Lo que debería ser un servicio básico se ha transformado en una amenaza cíclica para miles de familias.

Otro problema cotidiano es la recolección y disposición de la basura. Aunque Cancún genera más de mil toneladas de residuos sólidos al día, el sistema de recolección es irregular en muchas zonas, provocando acumulación de desechos en esquinas, camellones y banquetas. Esta situación no solo afecta la imagen urbana, sino que también representa un riesgo sanitario.

No ha existido una planificación a largo plazo en cuanto a los rellenos sanitarios. Si bien el que actualmente opera bajo la administración en turno funciona adecuadamente, el problema surgirá para la siguiente administración, que tendrá que comenzar desde cero para resolver el tema.

El problema se agrava aún más con la deficiencia del alumbrado público. En muchas zonas de Cancún, especialmente en colonias irregulares o periferias urbanas, las calles permanecen en penumbra por falta de luminarias o por un mantenimiento deficiente.

Cancún: entre la percepción de inseguridad y una violencia que no cede

En los últimos años, Cancún enfrenta una situación preocupante en materia de seguridad. La criminalidad se ha normalizado en varias zonas del municipio, y algunas, como Villas Otoch Paraíso y El Crucero, son consideradas focos rojos que incluso las corporaciones policiacas prefieren evitar en una ciudad con apenas 55 años de ser fundada.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU) de 2024, el 82% de la población de Cancún se sentía insegura, lo que colocó a la ciudad como la segunda con mayor percepción de inseguridad en México. A nivel internacional, Cancún apareció en 2025 en el lugar 13 del ranking mundial de homicidios por ciudad, según el sitio especializado World Population Review.

Pese a algunos esfuerzos institucionales, la violencia vinculada al crimen organizado, la violencia doméstica y la falta de presencia policial efectiva persisten como problemas estructurales. Las soluciones oficiales se han limitado a operativos temporales, sin atacar las causas de fondo.

El Despertador de Quintana Roo ha señalado reiteradamente la falta de voluntad política para promover leyes más severas contra los generadores de violencia, tanto del fuero común como del federal. De acuerdo con un análisis, es urgente endurecer las penas para quienes cometen delitos, como parte de una estrategia integral para construir paz en la ciudad.

Muchos de quienes trabajan en hoteles de lujo viven en casas precarias 

Lo que ha sido una constante en estos 55 años de Cancún es que, mientras el turismo de lujo crece y deja millones de dólares, miles de trabajadores que lo hacen posible —como camaristas, meseros, cocineros, entre otros— viven en viviendas precarias, con problemas de drenaje, sin ventilación y en zonas marginadas donde el hacinamiento es la norma. 

“Es irónico que quienes atendemos a turistas en hoteles cinco estrellas muchas veces no tenemos ni agua potable en la casa”, señaló Rosaura Valdez, trabajadora de la cadena hotelera RIU, quien vive en la región 237 de Cancún.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), más del 30 % de la población de Benito Juárez presenta rezago en servicios básicos de vivienda. Y con el crecimiento desordenado de la ciudad, cada vez más familias viven en fraccionamientos lejanos o en asentamientos sin regularizar.

Las consecuencias son visibles: estrés, violencia intrafamiliar, deserción escolar y una alarmante crisis de salud mental. Cancún ha llegado a ocupar el primer lugar nacional en suicidios, según el INEGI, en gran parte por la precariedad y la falta de oportunidades reales para la mayoría de su población trabajadora.

Sin hospitales suficientes, sin rastro y con un deterioro ambiental imparable

Cancún crece, pero no se desarrolla. Mientras se presume como un destino turístico de clase mundial, la ciudad enfrenta carencias estructurales que afectan directamente la calidad de vida de sus habitantes. No hay suficientes hospitales públicos, no existe un rastro municipal, y el deterioro ambiental avanza sin freno. Aun así, desde el discurso oficial se presentan cifras alegres, como si estas ausencias no fueran urgentes, como si el crecimiento poblacional no exigiera respuestas reales.

El sistema de salud pública es uno de los puntos más críticos. Cancún no cuenta con la infraestructura hospitalaria necesaria para atender a su población en expansión. Muchos centros de salud comunitarios carecen de personal, equipo médico o medicamentos, y los pocos hospitales públicos existentes están saturados. Esta deficiencia ha obligado a miles de personas a recurrir a servicios médicos privados de bajo costo. Farmacias con consultorios, como Farmacias Similares o Salud Digna, se han convertido en las principales opciones para quienes no encuentran atención en el sector público. Así, la salud se ha privatizado de facto para los sectores más vulnerables.

El problema del agua agrava aún más el panorama. En varias zonas de la ciudad el servicio es intermitente y los mantos freáticos presentan niveles preocupantes de contaminación. La falta de regulación ambiental efectiva, sumada a la presión inmobiliaria constante, ha deteriorado ecosistemas vitales sin que exista una política firme para frenarlo. La expansión urbana, muchas veces fuera de control, compromete la calidad del agua y los recursos naturales de toda la región.

A esto se suma otra ausencia fundamental: Cancún no cuenta con un rastro municipal. La falta de este espacio, clave para el control sanitario de alimentos y la economía local, refleja el abandono de necesidades básicas que no se ven ni se celebran, pero que son esenciales para una ciudad funcional.

El deterioro de Cancún no es inmediato ni escandaloso. Es silencioso, cotidiano y, por eso mismo, peligroso. Se manifiesta en cada consulta médica postergada, en cada vaso de agua dudosa, en cada área verde invadida por concreto. Es una ciudad que crece en cifras, pero no en derechos ni en bienestar.

Vestigios del olvido: la historia e identidad que se desvanece

En una ciudad que presume ser uno de los destinos turísticos más importantes del país, la memoria colectiva parece arrumbarse entre glorietas oxidadas, monumentos olvidados y espacios públicos devorados por la maleza. El deterioro de estos sitios no solo revela el abandono institucional, sino también el progresivo extravío de la identidad cultural de Cancún.

Uno de los ejemplos más evidentes es la glorieta a la Historia de México, obra del escultor cubano José de Larra, ubicada en pleno centro de la ciudad, a unos pasos del Palacio Municipal. Inaugurada con la intención de conmemorar las raíces fundacionales del destino, en este 55 aniversario de su fundación permanece marginada y en ruinas.

Desde 2021, El Despertador de Quintana Roo ha denunciado públicamente su estado de abandono, exhibiendo con imágenes y testimonios el deterioro progresivo del lugar. A pesar de los compromisos públicos asumidos por las autoridades municipales en su momento, cuatro años después, nada se ha hecho: la glorieta sigue deteriorada, vandalizada y atrapada en un entorno urbano desordenado que ha normalizado su decadencia.

La escena se repite en distintos puntos de Cancún: plazas cívicas desfiguradas, bustos corroídos, esculturas sin placas ni contexto histórico, parques sin mantenimiento ni sentido comunitario. 

Más que simples estructuras físicas, estos espacios públicos representan capítulos fundamentales de una narrativa urbana que se desvanece por desinterés oficial y falta de voluntad política.

Tal parece que son testigos mudos de un Cancún que alguna vez intentó forjar una identidad propia, más allá del turismo, y que hoy lucha por no sucumbir ante el pragmatismo de los megaproyectos, los desarrollos inmobiliarios y la desmemoria institucional.

Por ello, en el marco del 55 aniversario de Cancún, la lucha por preservar la identidad debería ser una prioridad. Sin embargo, el contraste es inevitable: mientras se anuncian nuevas zonas hoteleras, trenes y desarrollos de lujo, los símbolos que alguna vez buscaron arraigar a la comunidad en su historia se consumen en el abandono. Celebrar a Cancún sin rescatar sus espacios públicos más emblemáticos es, en el fondo, una manera de negarle su propia memoria y cortar los lazos que le dan sentido a su existencia como ciudad.

De manera constitucional –vía elección– Cancún ha tenido 18 presidentes municipales, más ocho interinatos que han llevado los destinos administrativos y políticos de esta ciudad, así como un concejo ciudadano que gobernó entre el 16 de julio y el 24 de agosto de 2004, cuando fue declarado inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Alfonso Alarcón Morali (1975-1978)

Felipe Amaro Santana (1978-1981)

José Irabién Medina (1981 – 1984)

Joaquín González Castro (1984-1987)

José González Zapata (1987-1990)  

Mario Ernesto Villanueva Madrid (1990-1991)

Jorge Arturo Contreras Castillo (Interino) (1991-1993)

Carlos Javier Cardín Pérez (1993-1995)

Edmundo Fernández Meza (Interino) (1995-1996)

Rafael Lara y Lara (1996-1999)

Sonia Magaly Achach Solís (1999-2002)

Juan Ignacio García Zalvidea (2002-2004) (No terminó)

Carlos Canabal Ruiz (Interino) (2004-2005)

Francisco Antonio Alor Quezada (2005-2008)

Gregorio Sánchez Martínez (2008-2010) (No terminó)

Latifa Muza Simón (Interina) (2010)

Jaime Hernández Zaragoza (Interino) (2010-2011)

Julián Javier Ricalde Magaña (2011-2013)

Paul Michell Carrillo de Cáceres (2013-2016)

Remberto Estrada Barba (2016-2018)

Mara Lezama Espinosa (2018-2022)

Clara Díaz Aguilar (Interina) (2021)

Mara Lezama Espinosa (2021-2022)

Lourdes Cardona Muza (Interina) (2022)

Ana Patricia Peralta de la Peña (Sustituta) (2022-2024)

Pablo Fernández Gutiérrez (Interino) (2024)

Ana Patricia Peralta de la Peña (2024-2027)