Con el calor sofocante que estamos experimentando este verano, no hay nada más tentador que un buen helado. Saborearlo nos proporciona una sensación de frescura que, aunque momentánea, nos brinda alivio del calor exterior. Sin embargo, según el doctor Bohdan Luhovyy, profesor de nutrición humana aplicada en la Universidad Mount Saint Vincent de Canadá, esta solución aparentemente refrescante puede ser contraproducente a largo plazo.

Explicó que aunque el helado nos refresca al principio, luego incrementa nuestra temperatura corporal, haciéndonos sentir aún más agobiados. Esto se debe al contenido de grasas y azúcares que poseen. Aunque podríamos pensar que no todos los helados tienen los mismos ingredientes, para que se considere como tal, deben tener un mínimo de grasa, suficiente para generar calor adicional durante la digestión.

Las opciones con menor contenido de grasa, como las paletas y helados de agua, no tienen este efecto termogénico tan marcado. Cuando consumimos helado, los receptores de temperatura en la boca y el sistema digestivo nos hacen sentir frescos inicialmente, pero la digestión de las grasas libera energía en forma de calor, un fenómeno conocido como termogénesis inducida por la dieta.

Para combatir el calor de manera efectiva a través de la dieta, es preferible consumir alimentos bajos en grasa, como frutas y verduras ricas en agua, entre ellas el pepino y la sandía. También es beneficioso beber agua con limón y menta, que incrementan la sensación de frescura. Además, la capsaicina, presente en alimentos picantes como los chiles, puede favorecer la sudoración, un mecanismo natural de nuestro cuerpo para refrigerarse.

Aunque el helado puede ser una delicia refrescante a corto plazo, no es la mejor opción para combatir el calor. Si deseamos disfrutar de su sabor, debemos ser conscientes de sus efectos y optar por alternativas más saludables y refrescantes. (Hipertextual)